Una muchacha ciega se enamora de un hombre negro, sin saber su diferencia racial, lo que le provocará un serio conflicto con su despótica madre.
Goldsmith inicia esta partitura con unos dulces silbidos y los acordes de un piano que recuerda el comienzo que Bernstein le da a To Kill a Mockingbird (62). Como en esta película, la pretensión principal del compositor es ayudar a recrear el entorno íntimo en que se desenvuelven las sensaciones de la protagonista, sirviendo también al propósito de marcar distancias con la hostilidad que hay en su alrededor.
Aunque ese personaje no es una niña, el compositor la trata como si lo fuera, o al menos con semejante cariño. Con la partitura se logra, así, una mayor implicación del espectador y su definitiva adscripción al mundo ideal que ella busca. Destaca particularmente una simpática y divertida emulación musical que se hace en la escena del collar, donde Goldsmith acompasa la inserción de las perlas en el mismo.
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