Un abogado y padre de dos hijos se enfrenta a los prejuicios raciales en un pueblo del sur de Estados Unidos durante la Depresión, mientras intenta por todos los medios alejar a sus hijos del conflicto.
Esta es una película cuya sencillísima historia está plagada de pequeños y entrañables detalles que no podían dejarse escapar desde un punto de vista musical, especialmente la relación que se establece entre el padre y sus dos pequeños hijos y el mágico mundo en el que éstos se desenvuelven. Es éste último aspecto el que empleó el compositor para construir la mayor parte de su partitura. Los créditos arrancan con imágenes de lápices, canicas, dibujos, etc, y el músico compuso para ese fragmento una sensible y bella melodía pausada, muy similar a una canción de cuna, con la que reflejó un estado de tranquilidad y quietud que presagiaba la entrada en un mundo de ensueño. Ambientada en un pueblo sureño, se incide en la tradicional "americana", música cálida que, además, funciona en una historia desarrollada a lo largo del verano. El gran mérito de esta partitura, además, está en el hecho de explicar musicalmente la inicial "alienación" de los niños respecto al entorno que los rodea, en buena parte por la protección que su padre les da.