Un veterano de guerra es enviado a establecer un asentamiento humano en el lejano planeta de Pandora, y allí terminará ayudando a la raza Na’vi en su lucha contra la Humanidad.
Notable y enérgica creación en la que el compositor es fiel a si mismo y en la que se aprecian sus máximas virtudes pero también sus habituales inconvenientes. Sustancialmente, y una vez más, este es un Horner que recicla su propia música, ya escuchada en otros títulos y, por tanto, las comparaciones vuelven a ser inevitables. De todos modos, en este caso en particular, es un mal menor, porque lo que el compositor ofrece es una banda sonora muy sólida y solvente, en momentos de poderosa intensidad y en otros de hermoso lirismo, en el que participa Lisbeth Scott.
Horner desarrolla este trabajo en tres niveles dramáticos que son independientes entre sí pero que se encuentran en puntos de conexión que le dan una gran homogeineidad: en primer lugar, una música tribal, étnica, algo arcaica, que recuerda -solo es una referencia- a Apocalypto (06), más en su tono que en sus formas, y que le sirve para recrear el entorno ambiental, con variedad temaria; en segundo lugar, una parte muy evocadora para engrandecer lo bucólico y que tiene un cierto parecido estético -y similares intenciones- a la música de Ennio Morricone para The Mission (86); finalmente, una música dramática, moderadamente afligida que pincela el filme con una sensación de pérdida, de final, que resulta especialmente elaborada. También hay momentos dedicados a la acción, pero son los menos interesantes de una partitura en la que, en todo caso, Horner luce buena parte de sus muchas cualidades como compositor cinematográfico.
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