La de Blade Runner (82) debería en justicia figurar en cualquier lista de las mejores bandas sonoras de la Historia del Cine, aunque resulte excesivo que Vangelis sea incluido entre los más importantes compositores en el medio. Con su nombre y prestigio podría haber hecho el cine que quisiera, pero hizo pocas películas. No creo que tuviera especial interés en el medio cinematográfico ni que se viera a sí mismo como un narrador de cine, sino más bien como un compositor que sintió atracción por interactuar y dialogar con el medio audiovisual, generar sinergias estéticas y dramáticas, experimentar, buscar el sentido expresivo de su propia música contribuyendo por supuesto a dotar de expresividad a las películas, pero sin parasitarse en ellas. Más como Ryuichi Sakamoto que como un Williams o un Morricone, por ejemplo. Vangelis, cuyo deceso el pasado martes ha sido anunciado hoy, no era un cineasta pero sí un músico que ayudó a hacer mejor el cine en el que participó.
No conozco mucho al Vangelis extracinematográfico, y por tanto de esa vertiente en su carrera nada diré. Nuestro compañero Isaac Duro firma una biografía sintética que se puede leer en la ficha del compositor en MundoBSO, y hay un libro, Vangelis: The Unknown Man - An Unauthorised Biography, que repasa los entresijos de su música. En el medio audiovisual están sus documentales, que creo que han envejecido algo pese a sus músicas, y están las películas de ficción, donde sus músicas las mantienen estupendamente modernas. Blade Runner es un buen ejemplo y su mejor obra pues supo absorber como en ninguna otra los aspectos estéticos, visuales y especialmente dramáticos del filme de Ridley Scott y dárselos a la película en forma de música formando un todo único, completo, integrado, y absolutamente orgánico: es tal la interacción (con lo que es imagen y lo que no es imagen) que se hace muy difícil imaginar Blade Runner con otra música... o escuchar la música y no trasladarse al mundo de Blade Runner. Pero en su filmografía hay películas que podrían haber tenido otras propuestas musicales muy diferentes, especialmente Chariots of Fire (81) -su Oscar- y Missing (82), pero no teniendo ambas Vangelis necesarios sí resultaron adecuados: en el filme de Hugh Hudson porque la electrónica en el contexto de la Gran Bretaña de los años 20 del siglo pasado rompió la barrera temporal y acercó el relato a las audiencias de los años ochenta con una música sencilla y además bellísima. En el caso del filme de Costa-Gavras su tema principal fue la esencia de lo que contaba la película, un mensaje condensado en forma de música también sencillo y bellísimo.
El compositor griego hizo bandas sonoras más ortodoxas en The Bounty (84), en 1492: Conquest of Paradise (92) -de nuevo con Ridley Scott- o en Alexander (04), todas ellas estupendas pero con un patrón similar que respondía a lo que se esperaba de Vangelis. Sin embargo, puede ser que las de Chariots of Fire y Missing sean dos de las bandas sonoras más anacrónicas y menos orgánicas que mejor se mantengan con el paso de los años, y ya son inseparables de esas películas. Es mérito de Vangelis, de lo especial que siempre fue su música, de su talento y de una personalidad musical que no ha perdido un ápice de vigencia y que pese a la muerte de su creador se mantendrá bien viva durante generaciones.