Hoy se estrena Asteroid City (23), la sexta colaboración de Alexandre Desplat con Wes Anderson y filme destinado como anteriores a provocar reacciones a favor y en contra. No he podido verla todavía ni conozco la música -cuya banda sonora está prevista para la próxima semana-, y por tanto nada comentaré ahora, pero me sucede que sin saber nada de ella tengo muchísimas ganas de saber de ella, porque es un Desplat, porque es un Anderson y sobre todo porque es un Desplat con Wes Anderson. Creo que Desplat es único, diferente, cuando hace cine con el director, y supongo que porque se imanta estupendamente bien de los colores visuales, dramáticos y sonoros del cine del director, a la vez que hoy me es impensable una película de Anderson sin Alexandre Desplat.
Es bien cierto que Anderson tuvo una buena conexión artística con las músicas de Mark Mothersbaugh en las cuatro películas que hicieron juntos (las cuatro primeras del director) pero Desplat elevó el listón con la formidable Fantastic Mr. Fox (09) y sobre todo con The Grand Budapest Hotel (14), por la que el compositor ganó su primer Oscar y que supuso un punto de inflexión en la colaboración entre ambos: nunca antes Anderson había logrado tal grado de intergración entre los colores musicales y los colores visuales y es difícil imaginar que puedan llegar a superar su nivel en las películas que hagan juntos. De momento, al menos, no lo han superado.
Para Desplat, por su parte, el cine de Wes Anderson parece representar un punto de fuga, un gran divertimento y una oportunidad única para dar rienda suelta a su libertad compositiva. Sabemos que las películas marcan pautas e imponen exigencias a los compositores, que deben ajustarse a lo que la película necesita para explicarse y completarse. Con Anderson, parece que lo que Desplat tiene frente a sí es un gran lienzo en el que puede poner los colores que crea más convenientes. Hace unos años, cuando le entrevisté telefónicamente para Fotogramas, me comentó que mientras Roman Polanski lo tiene casi todo pensado y calculado, y él solo debe traspasarlo a música, Anderson le delega muchas decisiones. No es la primera vez que sucede en los grandes binomios entre directores y compositores.
A partir de hoy, pues, se podrán conocer los colores de la nueva obra del celebrado director y de un compositor que, en sus películas, hace uso de sus colores musicales más vivos. Sea como sea la película, es una nueva obra para ser celebrada.