El lamentable episodio vivido -y sufrido- por Zeltia Montes durante la gala de entrega de los IX Premios Días de Cine no tiene justificación pero sí una explicación, y es la reiterada exposición de compositores en disciplinas que no dominan, ya sea dirigiendo orquestas o tocando instrumentos para los que no están cualificados. Y, sin que sea la pretensión, contribuye a mantener en la música de cine el sambenito de ser música menor, que aún demasiada gente sigue empeñada en sostener. Zeltia Montes no es pianista, aunque haya estudiado piano. No es lo mismo tocar ese instrumento ante amigos, de modo informal o durante una charla incluso en televisión, que en una gala televisiva ante miles y miles de personas. Ni siquiera con la partitura delante. Ha sido el suyo un error que podría haber evitado (Una cosa es componer y otra es tocar, afirma ella misma al final de su penosa actuación), pero que se ha convertido -evidentemente sin que lo pretendiera- en una falta de respeto al instrumento, a la ceremonia, a la audiencia y sobre todo a la película El buen patrón (21), a sí misma y a su música. Puedes ver la actuación aquí (a partir de 1:22:00)
Este es un error que se ha cometido por exceso de confianza y que ahí se queda, no tiene mayor recorrido y ojalá sea pronto olvidado. Creo -y lo he sostenido desde el principio- que merece ganar el Goya para el que está nominada, pero no por la música en sí, que es muy sencilla, imprecisa, poco clara y caótica, con acordes raros... sino precisamente porque esa música vulgar le va de maravilla al personaje y porque el uso que se hace de ella en el filme tiene mucha inteligencia, como ya argumenté en mi reseña. Explico esto para despejar cualquier duda sobre mi consideración hacia la compositora, a la que conozco desde hace muchos años, mucho antes incluso que despegara, a la que siempre he apoyado (MundoBSO tiene más obra suya comentada que en ningún otro lugar) y a la que también hemos celebrado: 1 Premio MundoBSO y otras 6 nominaciones son prueba suficiente.
Pero si traigo este asunto a editorial es para significar que este bochorno no es tan inhabitual, por desgracia: compositores que no saben tocar o dirigir una orquesta, pero que se ven compelidos a hacerlo porque es lo que se espera de ellos y, en el caso de los conciertos, porque son el reclamo para vender entradas. Yo he visto a compositores decir que no a la petición para sentarse en un piano, y pese a las caras de desconcierto de los asistentes he aplaudido la decisión. También he visto a compositores aceptar hacerlo y la cara de desconcierto ha sido la mía al escuchar los encendidos aplausos ante una interpretación horrorosa. Recuerdo a Jarre, a Giacchino, a Desplat -y seguramente a bastantes más- dirigiendo tan pésimamente la orquesta que los músicos -con mucho oficio- decidieron salvar ellos el concierto... al final, esto acaba convirtiéndose en una feria, en un circo que da alas para que no sean pocos los que sigan empeñados en mantener el sambenito de la música de cine como algo de escasa categoría. Estos bochornos son evitables.