El compositor aplica una banda sonora de género en tres ámbitos. En el primero de ellos, una variedad de músicas atmosféricas y ambientales generan un entorno tóxico, irrespirable, que es indefinido y que busca generar una cada vez mayor sensación de incomodidad. En este contexto se desarrollan los dos temas centrales del filme, contrapuestos y que funcionan como permanente lucha de tema-contratema.

El tema principal es obviamente el más poderoso, y es el contratema. Se presenta como tema inicial y es una música categórica, obsesiva, hostil, arrogante. Representa aquello a lo que se enfrenta la protagonista y a partir de un determinado momento argumental, se girará virulentamente contra ella (y contra el espectador) en un acoso y derribo que llegará hasta el mismo final.

La protagonista cuenta con un tema para ella, y es la música del amor que siente por su hijo. Es una música de mirada pero también de fragilidad, y a pesar de ser un tema empático también la debilita: mientras ella muestra fortaleza y determinación no necesita esa música, pero es en el momento en que aparece cuando ella comienza a ser vulnerable. El compositor expone brillantemente esos quiebros con una música que es muy dinámica y transformada y cuando suma el ataque inmisericorde del contratema -estático, casi inamovible- todo alrededor de la protagonista se vuelve fatalista, casi apocalíptico, especialmente cuando es revelado el significado del tema principal,

Como guion musical, es impecable. Lamentablemente el resto del filme no está a la altura ni mantiene la fortaleza dramática y narrativa propuesta desde la música. También es perjudicada por no haber podido ser grabada con orquesta sinfónica real, puesto que la categoría de toda la partitura pierde muchos enteros por la falta de color y matices que hubieran dado los instrumentos. No hubiera salvado al resto del filme, pero lo hubiera hecho parecer muchísimo más presentable.