Desenfrenada comedia en la que un policía retirado está empeñado en acabar con un gángster, robarle su tesoro y escaparse con él, lo que provoca la locura en todo el mundo.
De los ocho filmes en los que el compositor colaboró con Stanley Kramer, destacó por su singularidad esta grandilocuente comedia en la que, por una parte, se rompía con la seriedad aplicada en títulos anteriores y, por otra, se permitió un ejercicio de auténtico malabarismo melódico, con una banda sonora tan disparatada y caótica como la propia película. Destacó una canción a ritmo de vals que fue versionada a lo largo de la partitura y que, en su aplicación fílmica en los paisajes norteamericanos, resultó ser un contraste hilarante. Pero se incluyeron muchos más estilos (hasta melodías griegas o temas circenses), logrando una de las mejores bandas sonoras de ese género.
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