Un director se ve envuelto en los estrafalarios delirios de un viejo zapatero español que acepta ser Don Quijote y acaba creyéndose que lo es.
Para esta película de ideas mal resueltas, planos atropellados, narrativa tosca, de desfases y secuencias delirantes pero nada memorables, la música del compositor intenta enderezar el filme y darle cierta consistencia, también en el caos, pero acaba por hacerlo aún mucho más impostado y artificioso. La banda sonora es cómica pero al final no hace gracia; romántica pero muy poco emotiva, hermosa aunque cansina, refinada en lo folclórico pero tópica y llena de clichés... el problema no es en absoluto la música en sí, que como casi siempre en el compositor es de primer nivel, sino su aplicación forzada, aparatosa, sobrecargada, excesiva y falta de sutileza alguna. A pesar de su abundancia (y también a causa de ella) no cuenta con espacio para aportar algo que no esté ya explicitado en el resto del filme, limitándose en la mayor parte de los momentos a reiterar lo que es obvio y sin que trascienda ni tan solo en sus elementos más místicos y evocadores, que acaban por ser precisamente los más falaces. Musicalmente impecable pero cinematográficamente un completo desastre, y esto es lo que cuenta.