El 9 de abril de 1940, los soldados alemanes llegan a la ciudad de Oslo. El rey de Noruega se enfrenta entonces a un dilema que podría cambiar para siempre la historia de su país.
El compositor firma una creación de buenos propósitos y resultados dispares. Trabaja sobre tres frentes: en primer lugar, música para generar una impresión de apremio, de celeridad y urgencia con la inserción del sonido de un reloj; en segundo lugar, músicas tóxicas, amenazantes, para los nazis, donde emplea electrónica; finalmente, el tema principal dedicado al monarca, que se destina a explicar sus impresiones. La flaqueza de este tema, en exceso irrelevante y apático, hace que no pueda destacarse realmente sobre las demás músicas y en su conjunto esta sea una banda sonora sin fuerza, tampoco emotiva, apática y monótona.