Un exitoso empresario es sorprendido en un escenario de crimen y acusado de un asesinato. Para defenderse, contrata los servicios de la mejor preparadora de testigos del país, con quien trabaja una noche para encontrar un argumento que logre liberarle de la cárcel.
Banda sonora en la que el compositor revierte y pervierte la música del género del thriller, de modo deliberado. Es una creación que se dedica a abrir caminos que o bien no se desarrollan o bien se cruzan con otros provocando un calculado caos. Lejos de ser aclaratoria, la música genera tensión y expectación pero sin explicar algo concreto a lo que el espectador pueda aferrarse: el notable tema principal no mostrará su rostro y significado hasta el final del filme, y aunque va haciendo apariciones se solapa con otras músicas que impiden que el espectador pueda saber qué está haciendo -y diciendo- exactamente en la película.
Esta es una banda sonora confusa y laberíntica, que en momentos parece posicionarse desde la perspectiva de algún personaje, pero que en otros es más del entorno, de las acciones o del misterio que se intenta desvelar. Casi permanentemente está a la contra de todo, es imprevisible y también cambiante. Aparenta querer equivocar al espectador, despistar su foco de atención, aunque no tarda mucho en adivinarse que es engaño, máscara y que forma parte activa del puzzle del propio relato. El problema, eso sí, es que el guion literario es también confuso y en estas circunstancias resulta difícil que una música que añade caos al caos pueda mantener su influencia y no acabe generando cierta saturación que deriva en final indiferencia, que en parte es lo que sucede. Tampoco ayuda, porque es un desequilibrio, que una música sólida y poderosa, con prestancia y personalidad, espléndida en su dramatismo desolador, se aplique sobre personajes (y actores) que no están tan a la altura, y las buenas pretensiones acaban en cierta impostura, forzada.
Pero en una estupenda jugada de tahúr el compositor se saca de la manga el as que cierra la partida, un tema que sí claro y concreto, que es brutal, despiadado, inmisericorde y que funciona como una condena en firme, sin apelación, y que por fin pone encima de la mesa del fime una música que se expresa clara y meridianamente. Una jugada maestra tras la cual el tema principal también se desvela... e invita a comenzar de nuevo la película para ver lo que estaba explicando sin decirlo la música. Una trivial e innecesaria canción en créditos finales rompe, eso sí, toda esa magia.