Un sacerdote comprometido con el sindicato polaco Soliradnosk, a principios de los ochenta, es vigilado por un policía del régimen comunista.
Partitura dramática e intimista, que arranca con una bella canción cantada por Joan Baez y que prosigue con melodías en la línea característica del compositor, que aporta elegancia y un cuidado sentido trágico.