Secuela de Backdraft (91), en la que un investigador de Chicago debe rastrear a los traficantes de armas que usan los incendios mortales como una distracción.
Manteniendo la línea estética de la música que Hans Zimmer escribiera para el filme de 1991, esta es una banda sonora para el énfasis de la acción y también para dar un tono casi elegíaco a lo dramático. Lo primero es en base a muy sencillos temas que acaban, por repetitivos, perdiendo algo de fuelle. Peor es el caso del tema principal, una bella melodía con violoncelo que por ser repetida de modo incansable a lo largo del filme acaba por resultar algo saturante y monótona, y menguar su eficiencia evocadora, dramática y especialmente narrativa.