Reseña de Dion Bargailleon

Destilar la más delicada poesía a partir de lo banal e incluso de lo soez es la gran especialidad de este gran compositor. Dejando a un lado unos temas minimalistas que sobran y que Pons no sabe cómo encajar en el filme, en esta ocasión escribe para el personaje de Anita (que es lo que cruelmente podríamos describir como una cincuentona patética) un tema que desborda ternura e intimidad. Todo lo que la limitada interpretación de Rosa María Sardá es incapaz de aportar, el compositor lo expresa de una forma tan hermosa que logra emocionar. Se trata de un tema a la vez tierno, picaresco y melancólico que se beneficia de la enorme imaginación y habilidad del compositor para la música de cámara a la hora de ilustrar todos las distintas facetas del personaje al cual encarna. Una melodía emotiva y amplia del violín, un oportuno y pícaro frulato de la flauta, un sugerente solo de clarinete: todo lo que anita es (o debería haber sido) está en la música.

Tanto su cara como su cruz están ampliamente desarrollados en la partitura: en "A la Taquilla" la música postromántica y jazzistica logra dar a la historia un empuje sexual y vitalista delicioso, en tanto que "Parada y Bus" (una joya incluso dentro de la gran carrera del autor) es el desgarrador epílogo y elegía que inevitablemente cierra la película. Conmovedor. Otro acierto es dejar los encuetros reales de Anita y Antonio (unos encuentros feos, desagradables) sin música, mientras que lo que Anita se imagina esta subrallado de forma enfática y maravillosa por la banda sonora.

De este modo, lo que la protagonista anhela y la cruel realidad se separan aún más, haciendo patente su soledad y su ya inevitable divorcio con la vida real. A pesar de todo, en la música de los créditos finales, el compositor decide sugerir un futuro (ya fuera del film) testarudamente vitalista y alegre. Una vez más, conmovedor.