Un chamán del Amazonas, último superviviente de su pueblo, vive en aislamiento voluntario en lo más profundo de la selva. Pero su vida da un vuelco el día en que llega un etnobotánico americano en busca de una poderosa planta oculta, capaz de enseñar a soñar.
En este filme que navega por las aguas del Amazonas y que transita por lugares de evocación, de armonía pero también del horror se aplica una música que, como la propia película, guarda algún parecido con Apocalypse Now (79), no en el tipo de música pero sí en las intenciones.
El compositor no aplica una banda sonora estructurada porque la película es una river movie (lo que se conoce como road movie... pero no en carretera sino en río), y la música no es de los personajes sino de los lugares: por tanto, es orgánica, de la selva y del río, es su voz y habla a personajes y espectadores. Es una música variante y cambiante, imprevisible, en momentos apacible y generosa, con la inclusión de lo étnico, y en otras tóxica e irrespirable, que convierte al lugar en pesadillesco y claustrofóbico, irreal e incluso demencial. Todo depende del estado de ánimo de la selva, de su río y de lo que afecte a quienes lo habitan e invaden.