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EL POSMODERNISMO Y EDWARD SCISSORHANDS

01/12/2020 | Por: Conrado Xalabarder | 1 comentario
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Manuel Báez es guitarrista, músico, musicólogo y cinéfilo salmantino que sigue a MundoBSO desde hace tiempo y que con este artículo se inaugura como colaborador de la web.

Por Manuel Báez

¿Es Edward Scissorhands cine posmoderno?

Antes de introducirme en materia he de decir que considero que Edward Scissorhands bien puede ser catalogado como cine clásico a la par que posmoderno: su narrativa oscila entre el contenido, lenguaje y formas de cine contemporáneo, con cantidad de subtexto y mensajes ambivalentes, y subvierte elementos narrativos y visuales, pero también es, en el sentido más estricto de la palabra, un cuento clásico.

Su desarrollo bebe tanto de las obras clásicas de los hermanos Grimm como de los clásicos de Disney, si bien retuerce estos últimos para mostrar elementos tan dispares como el romanticismo clásico, la miseria y el egoísmo, el miedo a lo desconocido, el racismo o la sexualidad (implícita en diversas secciones). Esa forma de alterar la narración tradicional y la imagenería visual que rodea las partes del cuento es, sin duda alguna, una característica del cine posmodernista. Sin embargo, también podemos encontrar estos elementos en los propios cuentos de los hermanos Grimm y en obras de cine clásico. Utiliza con profusión la narrativa clásica, siendo en gran medida un homenaje a los clásicos, tan adorados por Burton, como Frankenstein o Pinocchio.

Visualmente toma prestados recursos de las escuelas vanguardistas, que ya se encontraban presentes en el cine expresionista alemán, en el que se inspira Burton, popularizado en la segunda y tercera década del Siglo XX. Los objetos torcidos o con un tinte surrealista tampoco son exclusivos de la definición de cine posmoderno (posterior, teóricamente, a los años 70), sino que pertenecen a una narrativa que exploraron figuras del cine mudo y el expresionismo alemán. Además, la subversión visual de la realidad, aunque alejada del estilo del cineasta, podemos encontrarla en clásicos como Le Voyage dans la Lune (1902), de Mélies. Por eso la consideración de esta película como únicamente posmodernista es un tanto reduccionista: en la obra de Burton encontramos a la vez vanguardia, homenajes constantes a los clásicos (y el cine de serie B, especialmente de Universal) y elementos posmodernistas. La utilización del subtexto (presente, por ejemplo, en la subversión de elementos narrativos propios de los cuentos infantiles, con un doble significado, en muchas ocasiones sexual o político) es constante. El guion escrito no se limita a una representación fidedigna de la realidad, aunque se apega más a obras como The Wizard of Oz (39) que a otras obras posteriores a los años 80, consideradas por muchos teóricos como cine posmoderno. Cobra gran importancia el guion no escrito. La suspensión de la incredulidad, característica clave del cine posmodernista, se aplica solo cuando se refiere a lo que denomino el área del cuento, pero el mundo real al que se enfrenta Edward presenta un realismo crudo.

Hay una interesante mixtura entre la fantasía y la realidad descarnada: Edward es un personaje bondadoso que proviene del mundo de los cuentos y las fábulas, que choca con la crudeza de un mundo real que teme y ataca a aquello que se sale de las normas. El paralelismo entre el miedo a lo desconocido y Frankenstein es claro. En este contexto, Edward es Pinocchio introducido de forma cruenta en el mundo de Frankenstein. La forma en la que se mezclan el mundo real y el mundo imaginario y cómo se juzga nuestro mundo desde la óptica de un personaje de cuento, que termina actuando de forma violenta, es magistral. Esto queda reflejado en la banda sonora de Danny Elfman a través de elementos contrapuestos: por un lado, hay una serie de motivos y claro estilo compositivo para el mundo del cuento, que son compartidos por el personaje de Edward y su interés romántico, Kim Boggs (Winona Ryder) y por los paisajes y localizaciones relacionadas con ese mundo apartado de lo real. Esta narrativa musical compartida cobra fuerza cuando Kim comienza a vivir el cuento de Edward, porque hasta ese momento se representa a su personaje con la ausencia de música. De hecho, alcanza su cénit en la famosa danza bajo la nieve, donde los elementos más oscuros y las tensiones que oscilan constantemente en lo que llamo la música del mundo de los cuentos dan lugar a un bello tema en modo mayor, sin perder nunca esa conexión con las piezas precedentes.

Por otro lado, hay una representación contrapuesta del mundo real. Gran parte de este lo simboliza el guion musical mediante la total ausencia de música, eliminando el componente fantástico y utilizando la inmersión mediante la ausencia, como elemento contrastante frente a la fantasía. Las claves musicales de este mundo son también la música diegética (con temas de pop y música contemporánea, música ligera) y pequeñas composiciones vertiginosas, generalmente en modo mayor, pero llenas de tensiones que emponzoñan ese tono alegre, representan al mundo real. También es interesante el uso de la música en la fanática religiosa: una suerte de composición barroca, un Bach de baratillo falso, como sus intenciones, muy alejadas del plano religioso auténtico, de lo que debe suponer la fe y la exaltación de lo divino. Estos elementos sí pueden ser catalogados como posmodernistas; subvierten los personajes, cuentan la historia de un mundo con apariencia cálida, pero un interior execrable, con la utilización de disonancias y tensiones. Es interesante ver que los motivos y temas del mundo de los cuentos se trasladan al mundo real en el primer tercio de la película, que nos muestran el mundo real desde la mirada del mundo de los cuentos (Edward).

En cierto sentido Edward es la reencarnación del mito del profeta único retorcido, que repudia a la Humanidad al introducirse en la realidad. Es a la vez un trasunto del propio Burton y una suerte de Jesucristo caído en desgracia, solo apoyado por una María Magdalena moderna que también encarna la princesa de los cuentos en la piel de Kim. Su historia es a la vez la de Romeo y Julieta, solo que se trata de un Romeo desubicado, que une a montescos y capuletos contra lo que representa (la diferencia, que Burton sufrió personalmente), un personaje fuera de su contexto y aislado del mundo por un padre que le ocultó la maldad de la sociedad. Edward se ve arrojado a un mundo vivo en colores, pero lleno de oscuridad, en el que la bondad termina tornándose en cólera. El guion musical redunda constantemente en estos elementos. En ocasiones la música del mundo de los cuentos y sus motivos aparecen retorcidos, en dura pugna con tensiones y música de un carácter oscuro, que amenaza con devorarlo. Esto sucede cuando vemos al Edward exterior, terrorífico desde la óptica del mundo real. Cuando vemos al verdadero Edward, su yo interior, la música de fantasía se impone. Cuando la cólera le domina, las tensiones se imponen a la fantasía. Una forma magistral de definir su personaje y jugar con los puntos de vista de los personajes, el autor y los espectadores de forma simultánea.

Como conclusión, en esta magistral obra de Burton con la aportación crucial de Elfman hay elementos clásicos propios del mundo de los cuentos y elementos narrativos posmodernistas. La música contribuye a subvertir la narrativa convencional y a crear un guion conjunto ambivalente, entre el terreno de la realidad, la fantasía y la inclusión de esta en el mundo real. Tildarlo de cine posmoderno es quedarse en la superficie, es necesario un análisis mucho más profundo. El cine de Burton es demasiado complejo para encajar en una única etiqueta.

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Usuario: Juan Manuel Alcocer Sánchez
Fecha de publicación: 01.12.2020
Bienvenido al barco Manuel! Gran artículo.
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