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EDUCAR EN MÚSICA DE CINE

26/11/2019 | Por: Conrado Xalabarder
DEBATE

La mejor manera de explicar qué es y para qué sirve la música de cine es mostrar lo que hace y aporta en su contexto, en la película. Es hablar de emociones y también de narraciones, de corroboraciones, de complementaciones y por supuesto de negaciones. La mejor manera de explicar qué es y para qué sirve la música de cine es hacer entender que la música es también cine. Pero esto para un público adulto, capaz de entender y asimilar la complejidad del propio lenguaje (o lenguajes) cinematográfico, que supone la interrelación entre guion literario, guion musical, montaje, sonido, la imagen y hasta la interpretación actoral. Un público que sea capaz de entender y asimilar lo que es la arquitectura musical, el desarrollo, la comunicación emocional e intelectual de la música y un largo etcétera.

Es obvio que todo esto, con niños, es excesivamente complicado, cuando no contraproducente. ¿Esperamos a que sean adultos o podemos hacerles partícipes de este maravilloso mundo? Recientemente ha tenido lugar en Brasil, en la ciudad de Belo Horizonte, la quinta edición del Festival Musimagem, un estupendo evento consolidado en el país americano al que ha asistido nuestro amigo Gorka Oteiza, de SoundTrackFest, y en el ha estado como compositor invitado Christopher Young. Más allá de un concierto y de las usuales conferencias en este tipo de encuentros, ha habido unas actividades algo más atípicas, de carácter lúdico y formativo, que quiero señalar. Entre ellas:

  1. Películas para niños: Los compositores comentarán las bandas sonoras de películas orientadas a los niños.
  2. Haz tu banda sonora en vivo: Los jóvenes podrán tocar o cantar en vivo junto con la proyección de una animación.
  3. Coro en escena: Los participantes pueden disfrutar de la experiencia de producir, con sus voces, diferentes bandas sonoras para una escena.
  4. Taller de creación musical para imágenes: El público elegirá música, ruidos y sonidos de fondo, como pads y efectos, para poner sonido a las escenas.
  5. ¿Para qué sirve la música audiovisual?: se solicitará que la gente se acueste en el suelo para escuchar una banda sonora. ¿Qué evoca? ¿Qué sientes cuando lo escuchas? ¿Qué imágenes te vinieron a la mente?

El planteamiento de algunos de estos talleres muestra lo mucho que queda aún por avanzar para que se explique bien de una vez por todas lo que es la música de cine. Es un problema de partida, de falta incluso de conocimiento, pero sobre todo de concepto: estar hablando de creación musical para imágenes es seguir entendiendo (y expandiendo) la idea del compositor empapelador o gondolero. Es aceptable esa falta de entendimiento en quien ha de aprender, pero es del todo inaceptable en quien debería enseñar. En Brasil o en cualquier parte.

Pero esto es otro debate, que requiere de mucha paciencia e insistencia. Las cuatro actividades aquí destacadas me parecen, como tales, muy interesantes y útiles para ponerlas en práctica especialmente con niños y adolescentes. Con adultos sería, si se me permite, una diversión pero formativamente una estupidez en tanto se les puede explicar de modo directo, sin tratarlos como menores, lo expuesto al comienzo de este artículo.

Pienso en las posibilidades que se abren si a un grupo de niños y de niñas se les muestra primero un cortometraje (actividad 1) explicándoles lo que hace la música no por la imagen sino por la narración y las emociones y luego se les propone (actividad 5) que se tumben en el suelo, se relajen y escuchen una música -sea o no de una banda sonora- y que luego expliquen qué historia (no imágenes) han imaginado con ella. Se les puede ayudar poniéndoles en un punto de partida argumental. Evidentemente debería ser con una música que les facilitara y no complicara el dar alas a su imaginación, pero casi con total seguridad cada niño y niña acabaría explicando a los demás una historia (no imágenes, sino historia) diferente. Sería un enorme paso adelante. Con este juego repetido algunas veces, con diferentes músicas, las actividades 2, 3 y 4 serían vistas de modo diferente, más creativo, y desde luego más educativo que si se les limita -como es el caso- a participar coloreando escenas con música.

Tengamos en cuenta que la edad infantil es una edad de muchísimo aprendizaje, de enorme recepción y de infinita curiosidad si hay un buen estímulo. No en vano las criaturas son más capaces de aprender varios idomas, o música, que los que pretenden comenzar a hacerlo con 40 o 50 años. Sus cerebros son como esponjas que lo absorben todo y este tipo de actividades, junto a las otras tantas que sus educadores estimen útiles para su formación, les ayudarían a descubrir pronto todo un mundo de arte y de comunicación que no pocos adultos, como se ve, aún desconocen.

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