El pasado fin de semana del 15 y 16 de julio se clausuraron FIMUCITÉ y MOSMA, que compartieron fechas. No es razonable que los dos festivales de música de cine más importantes de España coincidan en tiempo. No tanto por haber hecho elegir a la gente a cuál acudir, puesto que quienes eligen viajar son numéricamente insignificantes, como por desconcentrar la información en medios y en redes sociales. No es algo que se haya demostrado perjudicial y negativo, pero no es razonable.

En comparación con el pasado año ambos festivales han sufrido una mengua de asistencia a las clases magistrales (en FIMUCITÉ) y a las charlas (en el caso de MOSMA). En el festival canario se explica porque en julio los estudiantes están en la playa y es casi imposible interesarlos. En el caso de Málaga no hay una justificación tan clara: la ciudad es una capital con más de medio millón de habitantes que seguramente en julio aumentan, pero lo que ofertan no interesa ni a la ciudad ni a los alrededores, y la sala es ocupada en buena medida por gente venida de bastante más lejos. ¿Cómo es posible que la presencia de un directísimo creador del megaéxito de Avatar 2 no forme colas para entrar a escucharle y la audiencia apenas llegue a las treinta personas? ¿Han sabido los malagueños (especialmente los cinéfilos y los jóvenes) que el compositor del megaéxito de Avatar 2 ha estado cerca de sus casas? ¿Por qué Franglen o Gold llenarían en Cracovia y no interesan en Málaga? Creo que hay diversas respuestas: enfoques bien distintos de las charlas, un sistema de traducción ágil versus uno engorroso y obsoleto, distinta implicación de las ciudades, publicidad, época del año...

Los conciertos, en ambos festivales, fueron un éxito. Algunos tuvieron más público y otros menos, y aunque con resultados desiguales el balance ha sido muy positivo tanto en Málaga como en Santa Cruz de Tenerife, todo y que hay que señalar que FIMUCITÉ se mantiene más centrado en tanto MOSMA se ha desviado algo poniendo como concierto estrella un recital de canciones de cine pero también no de cine, aunque sobre eso ya me pronuncié en el editorial Un Mosma sin gancho. Los dos festivales tienen una larga trayectoria, orquestas y directores de primer nivel y muy buenos profesionales organizándolos. Este año MundoBSO no ha tenido representación en ninguno de los dos y por tanto nos limitamos a dejar constancia de que así han discurrido y así lo celebramos.

No es propósito de este artículo hacer comparativas que no tienen razón de ser, pero este año FIMUCITÉ tiene un plus para ser celebrado pues el pasado debieron cancelar el gran concierto del sábado por la amenaza del huracán que asoló las islas canarias. Eso, aparte de un mazazo emocional lo fue también económico, pero ha quedado claro que cuando el huracán marchó, FIMUCITÉ ha seguido con la misma entereza, fuerza y solvencia. Y lo celebramos, les felicitamos y les reconocemos su gran mérito.

Pero que el elogio y agradecimiento nunca silencien la crítica: es inexplicable, o quizás tenga una demasiado lamentable, que FIMUCITÉ cubra cada año con excelencia sus conciertos pero que los microconciertos que dedican a los Premios Musimagen resulten tan torpes y tan poco cuidados. Sistemáticamente, año tras año. Los Premios de la Música para el Audiovisual Español (formalmente llamados así) representan a un colectivo cuyos ganadores no pueden ser tratados como si fueran escolares recogiendo un premio de fin de curso. Este año dos de esos compositores sumaban cinco nominaciones al Goya, y en años anteriores bastantes más. No son las suites -de todos modos muy breves- sino cómo son presentadas: año tras año el público se queda sin saber ni qué está sonando ni quién lo ha creado, porque sistemáticamente algo falla con la proyección de imágenes con los nombres. En esta última edición empezó mostrándose en pantalla el título de la película y su compositor, pero a los cinco segundos saltó el siguiente título y compositor y a los tres segundos optaron por olvidarse de títulos y nombres y se limitaron a mostrar a la orquesta en lo que quedaba de microconcierto.

Esta chapuza, que lo es en toda regla, muestra que FIMUCITÉ no está capacitada para hacerlo bien y en estas circunstancias Musimagen debería plantearse si ser más exigente con ellos o si sondear a MOSMA o a la más pequeña pero emergente FIMUCS para que acojan la entrega de sus premios. FIMUCS también hizo una chapuza con el concierto De gala con los Goya en su pasada edición (lo explicamos en la crónica Fimucs II: Contenido y Continente), y habrá que ver si corrigen errores, pero tanto el público como los compositores y especialmente la música de cine merecen respeto.

En agosto toma el relevo el festival SONAFILM, en la Marina Alta, e incluye un concierto con música de cine español. Estaremos al tanto, pero a partir de 2024 y sin que haya relajación seremos insistentes y exigentes con los cuatro festivales españoles para que incluyan música de cine de nuestro país, que la traten con respeto, que los conciertos -desde luego si son financiados con dinero público- no favorezcan a amigos que quizás ni hacen cine pero se olviden de quienes están peleando por hacer el mejor cine posible. Nada puedo hacer para que MOSMA y FIMUCITÉ decidan cabalgar juntos sin pisarse fechas, y asumo que el camino que tengo por delante es de absoluta soledad, pero no puede ser que dos de los festivales más importantes del mundo solo cuenten con españoles para refritos y reinvenciones de compositores muertos o para cumplir con desgana compromisos con nuestra música de cine.